Polímeros en el cielo: 40 años reduciendo el consumo de queroseno de los aviones

Cuando hablamos de aviones, tendemos a pensar en inmensas estructuras metálicas, quemando cantidades ingentes de queroseno para volar. Queroseno que se convierte en más CO2 atrapado en la atmósfera, contribuyendo al ya evidente calentamiento global y el consecuente cambio climático.

Sin embargo, este prototipo de avión metálico súper contaminante, hoy en día, sólo podríamos encontrarlo en diseños de los años 30 aún vigentes, como el Douglas DC-3, cuyo principal material es el aluminio y que consume unos 14 litros a la hora por pasajero.

En las décadas posteriores a los años 30, se introdujeron, en el sector de la aeronáutica, nuevos materiales como el titanio y la fibra de vidrio. Materiales mucho más ligeros que permitieron ganar en tamaño y velocidad, sin aumentar el consumo de combustible. Los aviones alcanzaron capacidades que podían superar las 500 plazas e, incluso, distribuirse en dos plantas. Aunque el consumo de carburante se mantuvo prácticamente estancado, hasta los años 80, en una media de 10 litros a la hora por pasajero. Cantidades aún muy llamativas.

Fue precisamente en los años 80 cuando el consumo de queroseno empezó a volverse mucho más eficiente, a pasos agigantados, hasta llegar a la media actual de consumo: 3 litros a la hora por pasajero; o lo que es lo mismo, un consumo “litro por hora” menor del que hacemos con nuestros vehículos particulares.

Pero, ¿a qué se debe este drástico descenso del consumo?
Las mejoras en aerodinámica y la búsqueda de motores más eficientes siempre han sido una constante en el sector de la aeronáutica. Pero el gran descenso de los últimos 40 años coincide con la introducción de nuevos materiales en la construcción de los aviones.

En los años 80, la fibra de carbono ya se había convertido en un material habitual en la construcción de los aviones y, entonces, empezó a combinarse con los composites.

Estos plásticos otorgaron a la fibra de carbono más resistencia mecánica, más rigidez, mejor resistencia a la fatiga y, lo más importante, mayor ligereza. Los aviones no sólo se volvieron más eficientes en cuanto a consumo de combustible, también se volvieron más rápidos, más económicos y más seguros.

Aviones de última generación, como el Boeing 787 Dreamliner, capaces de unir en vuelo directo Londres con Sidney, están construidos en un 50% de composites, frente a un 20% de aluminio, un 15% de titanio y un 10% de hierro. Pesa unos 15.000 kg menos que otros aviones de sus mismas capacidades, consume un 20% menos de combustible y su impacto acústico es un 60% menor.
En VINK trabajamos y ofertamos composites, o compuestos de matriz polimérica, orientados al sector del transporte y la construcción con el objetivo de mejorar la durabilidad, la resistencia, la ligereza, la estabilidad y las posibilidades estéticas de las piezas resultantes, como un modo acreditado de ofrecer calidad y seguridad a nuestros clientes.

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